24 millas a pie para agradecer favores y renovar la fe

Cada año se dan cita en el camino familias enteras, con sus bebés y mascotas.

Veinticuatro millas separan el Santuario de la Virgen del Quinche, en el pueblo del mismo nombre, de la capital de Ecuador y son miles las personas que cada año recorren esa distancia en una profesión de fe que las llena de esperanzas renovadas en la religión.

Cada noviembre es especial en el pueblo del Quinche, al noreste de Quito, porque celebra la tradicional romería de la Virgen del mismo nombre, una caminata que parte desde distintos puntos de la provincia de Pichincha y en la que el fervor hacia la imagen es el punto en común de las decenas de miles de personas que se calzan las botas para celebrar su festividad, que oficialmente es el 21 de este mes.

El santuario y la iglesia de esa parroquia rural recibieron en 2015 al papa Francisco en una de sus paradas en Ecuador, que también incluyeron las grandes urbes de Quito y Guayaquil (suroeste).

Cada año se dan cita en el camino familias enteras, con sus bebés en carritos y con las mascotas abriendo la comitiva, personas en soledad que hacen amistad con el resto de andantes, jóvenes con gran fervor, o simplemente personas que aman la experiencia y valoran el sacrificio de andar los 24 millas.

"Voy a cumplir 21 años caminando al Quinche, vengo desde los ocho años", declaró a Efe Carla Jara, una joven para quien la tradición de visitar a la Virgen es "una renovación de la fe" ya que "en un mundo plagado de situaciones difíciles, las personas que creemos en algo superior tenemos diferentes muestras de serlo y para mí esta es una de ellas".

Jara opinó que es "interesante" el hecho de que la cultura del ecuatoriano le "permita seguir manteniendo estas tradiciones" ya que, "a pesar de todas las situaciones que se puedan dar en el país", todavía hay personas que siguen yendo al Quinche cada año.

De la misma opinión es Rosa Cristina Espinosa, que lleva ya doce años peregrinando al Santuario, cuatro de ellos desde la ciudad costera de Guayaquil, y siempre sola porque "usted nace solo, y muere solo, por lo que a darle gracias a Dios hay que venir solo".

"Uno empieza a caminar, empieza a conversar y cuenta bonitas historias de las caminatas a la Virgen del Quinche, de los milagros que ha concedido, es una experiencia que se vive una sola vez y cada caminata uno aprende algo", explicó a Efe a poco más de dos horas de llegar al destino final.

Desde más lejos llegaron Alessio Cherchi y su mujer, dos venezolanos que van a por su tercer año de peregrinación a la iglesia con tendencias románicas y góticas y que reconocieron que esta peregrinación les brinda la posibilidad de "darle las gracias a la Virgen por todos los favores concedidos".

Para Marcelo Loor caminar al Quinche "es como una costumbre, algo de la tradición de Quito", aunque él solo ha acudido ante el santuario de dos torres y fachada blanca impoluta en un par de ocasiones para pedirle a la Virgen "salud para seguir adelante".

Tras nueve años de participar, Henry Obaco quiere asegurarse de que la tradición se mantenga y por ello en esta ocasión invitó a su hijo "para que él continúe con la fe católica", dijo a Efe.

Para que todas estas historias llegaran al final del camino, 1,872 agentes de la Policía Nacional y 2,500 funcionarios municipales de Quito establecieron un dispositivo especial de seguridad para evitar cualquier tipo de incidencia.

Fuentes policiales indicaron a Efe que, hasta las 22.00 hora local del viernes no se había producido ningún tipo de problema grave, y que a las 06.00 de este sábado (11.00 GMT) se abrió el 90 % de las vías a la circulación de vehículos.

"Este año ha habido un mejor operativo de seguridad ya que, para que se note la presencia policial, han patrullado por todo el camino agentes en bicicleta y motocicleta", destacaron las mismas fuentes.

Ya en el Quinche, a las 05.00 hora local (10.00 GMT) miles de personas portando velas se unieron en oración en una misa, mientras otros desayunaban café, empanadas y preparados de plátano que se vendían en los alrededores del santuario.

Aunque cansada por haber caminado toda la noche desde el sur de Quito para pedir por su familia y profesión, Gabriela Barrera agradeció a la Virgen porque le "dio la fuerzas" para llegar al Quinche.

Expresó su esperanza de que no se acabe la fe y mandó un mensaje a los jóvenes sobre la romería: "Que esto lo hagan por fe, no por vanidad porque también hay chicos que han venido bebiendo y eso está mal. Deben venir en sano juicio".

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