Tratando de complacer a su cliente, el vendedor le muestra su mercancía. Le ofrece lo que tiene en existencia.
Y, mientras cubre su rostro para no ser identificado, también le asegura que puede surtir cualquier pedido, sin importar el calibre y el número de piezas que necesite.
"Aquí es bien fácil, nada más trayendo dinero, te consigo lo que quieras, nada más avísame unos días antes", le dice el vendedor que permanece anónimo.
La transacción se realiza en una noche fria en algún lugar de México, donde cobijados por las sombras, llegan los compradores porque saben que ahí solo venden armas que, aseguran quienes las ofrecen, vienen desde el otro lado de la frontera.
"Al chile, yo tengo un proveedor que me las baja del gabacho", dice.
El vendedor confirma una de las principales preocupaciones del Gobierno mexicano, quien a través de su canciller Marcelo Ebrard reveló que 7 de cada 10 armas con las que aquí se comete un delito vienen de Estados Unidos.
"Las de aquí ya están muy quemadas, muy usadas, traen muchos muertitos, no me conviene a mí", dice.
Así que para traerlas, indica este distribuidor, han construido redes con cómplices en ambos países.
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"Las bajan desarmadas, las bajan entre tres, pasan por diferentes fronteras pero desarmadas", explica.
Luego, el supuesto traficante explica que todas las piezas son reunidas en un solo lugar para trabajar con ellas.
Estas organizaciones han establecido en puntos estratégicos en todo México talleres clandestinos con personal capacitado para unir las piezas y una vez probadas las armas son puestas a la venta.
Los precios van desde los $400 las pequeñas, hasta más de $800 las más potentes.
"Aquí la larga para la banda, la que le hace al perico, la que vende la droga, para cuidar su mercancía y las cortas para los rateritos que se suben a robar a los camiones, a las casas", dice uno de los vendedores.
Pero sus clientes más fuertes, aseguran ambos vendedores, son los grandes carteles de las drogas.
